Era un día de verano. Una oleada de calor había dejado atrás los últimos días de otoño. Las playas estaban a rebosar de gente. No había sitio ni para una mosca más. Mientras tanto, Alicia seguía en su cama, nadando en un sueño fresco olor a menta y limón. Soñaba que estaba en un jardín lleno de flores como la lavanda. El color de éstas se fundía con el cielo rojizo y naranja. Ella, sentada en una hamaca de mimbre, bebía té helado y se levantaba, de vez en cuando, para mojarse la punta de los pies en la piscina de enfrente. El agua estaba salada y brillaba bajo la luz del sol.
Después de una larga serie de idas y vueltas, de la piscina a la hamaca y de la hamaca a ésta, Alicia se puso las chanclas y se fue a caminar. Atravesó el jardín y se dirigió a un camino de piedrecitas que llevaban a la playa. La playa de sus sueños estaba vacía. La arena dorada se movía al ritmo de las olas. Alicia, atraída por aquellas se tumbó frente al agua. El sonido del mar era música para sus oídos. Poco a poco, se le estaban cerrando los ojos. A punto de dormirse, notó un toque en su hombro. No sabía si aquel venía del sueño o si alguien le había dado el toque en la realidad. Decidió hacer un esfuerzo, y arriesgándose a perder aquel dulce sueño, los abrió en la realidad. Su hermana, Lena, la miró preocupada. Las lágrimas se le derramaban a gran velocidad.
"Qué pasa?" se incorporó Alicia.
"Mam... Ss porque... Ven.. !" le tiró del brazo.
Alicia no entendía una sola palabra de lo que su hermana estaba diciendo. Cuando se ponía nerviosa, empezaba a tartamudear. Aquel era su defecto. Lena le llevó hasta la playa a la que sus padres habían ido a tomar el sol mientras ella dormía.
Todo estaba destrozado. Los chiringuitos se habían derrumbado. Las palmeras, verdes y altas, se habían caído. Había personas tiradas en el suelo. Sangre cubría la arena llenándola de manchas oscuras, manchas rojas. Alicia oyó la voz de su madre en su mente:
"Cariño, vamos a tomar el sol. Estamos enfrente de el chiringuito de la izquierda, aquel que tanto te gusta. No te levantes muy tarde".
Sus piernas le estaban temblando. Corría tan rápido como podía. Ya solo quedaban unos cuantos metros hasta llegar al chiringuito. Su hermana iba detrás. Por fin llegó. Empezó a mirar a los lados. Todo, todo estaba lleno de sangre. De repente, reconoció la gorra de su padre que ahora yacía en el suelo. Al lado, su madre estaba quieta tumbada en la playa. Sin aliento Alicia cogió las muñecas de su padre y su madre.
"Llama a una ambulancia Lena!!"
Les tomó el pulso. Tic, Tac. Tic, Tac. Sonaban como las agujas de un reloj.
Un tsunami se había producido mientras ella soñaba en su cama. Lena había vuelto al hotel segundos antes el tsunami atacase la costa. Se le habían olvidado las gafas de buceo. A la vuelta, se encontró con todo aquel caos y aterrada había vuelto a buscar a su hermana.
Dos años más tarde, Alicia estaba en su cama. Como siempre, soñando. Notó un toque en el hombro.
"Buenas días pitufa" le dijo su padre mientras Lena y su madre le cantaban feliz cumpleaños.
Después de una larga serie de idas y vueltas, de la piscina a la hamaca y de la hamaca a ésta, Alicia se puso las chanclas y se fue a caminar. Atravesó el jardín y se dirigió a un camino de piedrecitas que llevaban a la playa. La playa de sus sueños estaba vacía. La arena dorada se movía al ritmo de las olas. Alicia, atraída por aquellas se tumbó frente al agua. El sonido del mar era música para sus oídos. Poco a poco, se le estaban cerrando los ojos. A punto de dormirse, notó un toque en su hombro. No sabía si aquel venía del sueño o si alguien le había dado el toque en la realidad. Decidió hacer un esfuerzo, y arriesgándose a perder aquel dulce sueño, los abrió en la realidad. Su hermana, Lena, la miró preocupada. Las lágrimas se le derramaban a gran velocidad.
"Qué pasa?" se incorporó Alicia.
"Mam... Ss porque... Ven.. !" le tiró del brazo.
Alicia no entendía una sola palabra de lo que su hermana estaba diciendo. Cuando se ponía nerviosa, empezaba a tartamudear. Aquel era su defecto. Lena le llevó hasta la playa a la que sus padres habían ido a tomar el sol mientras ella dormía.
Todo estaba destrozado. Los chiringuitos se habían derrumbado. Las palmeras, verdes y altas, se habían caído. Había personas tiradas en el suelo. Sangre cubría la arena llenándola de manchas oscuras, manchas rojas. Alicia oyó la voz de su madre en su mente:
"Cariño, vamos a tomar el sol. Estamos enfrente de el chiringuito de la izquierda, aquel que tanto te gusta. No te levantes muy tarde".
Sus piernas le estaban temblando. Corría tan rápido como podía. Ya solo quedaban unos cuantos metros hasta llegar al chiringuito. Su hermana iba detrás. Por fin llegó. Empezó a mirar a los lados. Todo, todo estaba lleno de sangre. De repente, reconoció la gorra de su padre que ahora yacía en el suelo. Al lado, su madre estaba quieta tumbada en la playa. Sin aliento Alicia cogió las muñecas de su padre y su madre.
"Llama a una ambulancia Lena!!"
Les tomó el pulso. Tic, Tac. Tic, Tac. Sonaban como las agujas de un reloj.
Un tsunami se había producido mientras ella soñaba en su cama. Lena había vuelto al hotel segundos antes el tsunami atacase la costa. Se le habían olvidado las gafas de buceo. A la vuelta, se encontró con todo aquel caos y aterrada había vuelto a buscar a su hermana.
Dos años más tarde, Alicia estaba en su cama. Como siempre, soñando. Notó un toque en el hombro.
"Buenas días pitufa" le dijo su padre mientras Lena y su madre le cantaban feliz cumpleaños.